El Phillitus Vulgaris, una especie poco común de helecho, hace suyo cada centímetro de las antiguas fábricas que se asentaron en este enclave de la Costa Amalfitana en el sur de Italia, cerca de Nápoles. Los agujeros por los que antaño llenaban los molinos de luz solar, hoy no son más que pequeños topos negros relucientes entre tanta vegetación. Una gran erupción volcánica rompió la meseta para siempre y varias corrientes de agua encontraron el camino hasta el Mediterráneo.
La humedad se instaló en este enclave, penetró en la piedra y el hormigón, fisurando las estructuras que datan del siglo XIV y al poco tiempo de abandonar la zona, una tupida capa de vegetación se hizo con las ruinas unificando el terreno.
La Costa Amalfitana en siete lugares asombrosos
Este es el panorama que el viajero puede observar cuando otea este paisaje. Y es que, la que antaño era una abrupta grieta aprovechada para instalar molinos harineros, hoy es una de las estampas más conocidas de Sorrento, algo impensable cuando estas estructuras dejaron de ser útiles a principios del siglo XX. Desde entonces, el hombre ha dejado a su suerte estos edificios, si bien se han convertido en una metáfora del fin de la industrialización. Y es que, debido a su inaccesibilidad y falta de desarrollo, el Valle de los Molinos se ha convertido en un refugio inesperado para una gran variedad de plantas y animales.
A día de hoy, el Valle de los Molinos no es accesible para los viajeros a la falta de infraestructuras. No obstante, su belleza natural y su valor histórico lo convierten en un lugar imprescindible en todo viaje a la Costa Amalfitana.
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