
Entre los años 1869 y 1935, miles de inmigrantes procedentes sobre todo de España e Italia fueron obligados a hacer cuarentena a su llegada a Uruguay, concretamente en la Isla de Flores, a 20 kilómetros de la capital. Las autoridades, que querían evitar así posibles epidemias, confinaban en el lugar a los recién llegados durante 40 días. Los sospechosos de tener enfermedades contagiosas se internaban en un lazareto, mientras que los demás se ubicaban en el hotel de la isla, de 400 metros de ancho y dos kilómetros de largo. En el terreno también se encontraba un hospital para los infectados, un cementerio y un horno crematorio.
Desde 1904, la Isla de Flores se utilizó como cárcel para presos políticos, pero a partir de 1970 fue abandonada. Actualmente, la única construcción que sigue en pie y activa es el faro, del cual hace uso la armada del país y donde viven dos militares que se turnan cada dos semanas. Como curiosidad, Uruguay es un país con pocos habitantes en el que la población indígena fue prácticamente exterminada, por lo que el crecimiento del país tuvo su base en la inmigración y gran cantidad de uruguayos tienen al menos un familiar que pasó por la isla.
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