
En el año 1598 Abás el Grande trasladó la capital del imperio persa a Isfahán, donde inició uno de los programas más importantes de la historia persa: la remodelación de la ciudad. De la mano del arquitecto Shaykh Bahai, construyeron la gran capital de Persia para centralizar el poder político, con el Palacio de Ali Qapu, el mercantil, con el Bazar Imperial, y el religioso, con la construcción de la Gran Mezquita de Isfahan, que cuenta con la cúpula más grande de la ciudad. Tanto su cúpula como la entrada y prácticamente todo el interior están cubiertos por los azulejos típicos de la arquitectura iraní, que constituyen mosaicos en formas de mandalas.