La mañana del 17 de enero de 1287, acompañado por más de 20.000 hombres, Alfonso III -rey de la corona de Aragón- desembarcó en un pequeño islote situado en el mismo puerto de Mahón. Tres días después, sin apenas recibir oposición, venció a los musulmanes, conquistó Menorca y bautizaron a aquel trozo de tierra triangular como Isla del Rey.
El nombre oficial sigue siendo ese, aunque a día de hoy se le conoce como la isla sangrienta, y no es porque allí se ejecutara a gente, más bien lo contrario. Sin embargo, corrían auténticos ríos de sangre. Eran la de los soldados británicos que intentaron invadir en el siglo XVIII la isla más septentrional de las Baleares. Por aquel entonces, teniendo en cuenta la cantidad de bajas que sufrían, decidieron levantar un hospital militar que operó hasta 1970. Pese a la buena voluntad de los médicos, el desconocimiento provocó la muerte de casi todo aquel que terminaba en una camilla.
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