Tras acceder al centro histórico de Tarragona por el Portal del Roser, la ciudad que el emperador Augusto encumbró a la categoría de mito queda a la vista del visitante. Ahí delante está Tarraco mezclándose en un apasionante collage con la ciudad moderna. Aún se conservan inscripciones en latín en la calle, el famoso anfiteatro, la cabecera del Circo, el Paseo Arqueológico.
Todo ello forma parte del conjunto monumental de Tarragona, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en el año 2000. Un conjunto que no para de crecer y ser catalogado por el equipo de arqueólogos de la ciudad: aquí no se mueve una piedra sin que estén ellos presentes.
Uno de los hitos arqueológicos más importantes es la muralla romana, que se construyó a finales del siglo iii a. C como una simple empalizada de madera para proteger el primer asentamiento militar. No fue hasta el siglo ii a. C. que Tarraco se hizo de una gran muralla que delimitaba todo el perímetro urbano de entonces: unos 3.500 metros de muralla en total, de los que se conservan actualmente 1.100 metros en el perímetro del casco antiguo. Son, por tanto, la construcción arquitectónica romana más antigua de todas las que se conservan fuera de Italia. Una verdadera maravilla que se puede visitar junto a los recintos romanos del Museo de Historia (Paseo Arqueológico-Murallas, Pretorio y circo, Anfiteatro, Foro Local).
La parte más destacada de muralla es la que se puede ver desde el Paseo Arqueológico, un agradable sendero ajardinado que deja al alcance de los paseantes diversos fragmentos de muralla perfectamente conservadas con sus espectaculares bloques megalíticos, así como seis poternas y torres defensivas, de la que destaca la Torre del Arzobispo, con parte medievales o la de Minerva, que contiene la escultura y la inscripción romanas conservadas más antiguas de la Península Ibérica.
No muy lejos de la ciudad espera otro imprescindible de la Hispania Romana. Se trata del Acueducto de les Ferreres, también conocido como el Puente del Diablo. Construido a principios del siglo I d.C., esta estructura es un testimonio impresionante de la habilidad técnica de la ingeniería romana.
El nombre "Puente del Diablo" se deriva de una leyenda que sugiere que el diablo construyó el puente en una sola noche. Sin embargo, la realidad es que fue erigido por manos humanas para suministrar agua a la antigua ciudad romana de Tarraco (hoy Tarragona).
El acueducto consta de dos niveles: el inferior, formado por arcos superpuestos de piedra calcárea, y el superior, que se sostiene sobre una serie de arcadas más pequeñas. Está construido con precisión y belleza arquitectónica, con una longitud de aproximadamente 217 metros y una altura máxima de 27 metros.
Su diseño permite que el agua fluya desde el río Francolí hasta la ciudad, atravesando este magnífico sistema de arcos. La estructura se mantuvo funcional durante siglos y sigue siendo un testimonio impresionante de la destreza técnica de los romanos en la construcción de infraestructuras.