
Las noticias que, a cuentagotas, iban llegando desde el valle de Hunza, Pakistán, el 4 de enero de 2010 cifraban en dos decenas los fallecidos provocados por un inesperado desprendimiento de tierra. Una desgracia un tanto previsible por la magnitud del corrimiento, pero sus consecuencias no se limitaron solo al enterramiento entero de un pueblo. Meses más tarde descubrieron que este accidente había provocado que el curso del río Hunza se embalsara creando un enorme lago que poco a poco iba creciendo y que llegó a medir casi 20 kilómetros de largo. Aunque las autoridades locales buscaron solucionar este imprevisto creando un aliviadero, la presa natural se mantuvo firme, creando el hoy conocido como lago Attabad, un inesperado paraíso natural que ya cuenta con un puerto para actividades náuticas y con varios resorts lacustres que han enriquecido la región y la han dotado de nuevas infraestructuras.