Fue en el siglo XVIII, cuando cesaron las importaciones de bebidas alcohólicas en Francia, que Schiedam se convirtió en la capital mundial de la jenever o ginebra holandesa. Las decenas de destilerías de esta ciudad holandesa exportaban la bebida a todo el mundo, una realidad que convirtió Schiedam en la Nazareth Negra dada la contaminación que producía el carbón. A pesar de que la mayoría han desaparecido, algunas aún se mantienen en pie y una de ellas alberga el Museo de la Ginebra. Además, los cinco molinos de viento, reconocidos como los más grandes del mundo, dejan ver el pasado de la ciudad. Hoy en día, los bares y pubs holandeses sirven la jenever en vasos que llenan hasta rebosar. La tradición dice que el primer sorbo se tiene que tomar sin levantar la copa de la mesa.