En el cráter de Dallol, justo en la frontera que comparte Etiopía con Eritrea se encuentra el único lugar de la Tierra en el que no hay vida. En este territorio inhóspito, en el que en invierno se llegan a superar los 45 grados centígrados, el agua se acumula en pequeñas pozas. De ella emanan gases tóxicos, el azufre la tiñe de un verde radioactivo, las altas temperaturas la hacen hervir y cuando se evapora, aparecen extensas capas de sal que terminan por matar un lugar ya de por sí yermo. Dallol es la evidencia de que la presencia de agua no garantiza la habitabilidad de una región.
En 2019, un grupo de investigadores españoles y franceses determinaron que no hay vida. Durante sus análisis, no encontraron rastros de ningún microorganismo, a excepción de las arqueas halófilas, un tipo de microorganismo que se alimenta de la sal, y que solo detectaron en el desierto que rodea al cráter.
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