Javier Sánchez

A escasos centímetros del Danubio se encuentra el Parlamento húngaro, el tercero más grande del mundo por detrás de Rumanía y Argentina, y sin duda, también es uno de los más bellos. A finales del siglo XIX, en pleno apogeo del imperio austro-húngaro se decidió levantar un edificio que albergase las principales discusiones políticas del momento. El resultado fue un monumento de 268 metros de longitud y 118 de anchura que refleja cada noche su fachada majestuosa sobre la superficie del río. Su espectacularidad se traspasa también al interior. Ahí, una alfombra roja transcurre por los pasillos a base de cortes geométricos. Tras ellos, se abren varias salas, todas ellas decoradas de oro y mármol en lo que es un festín parlamentario.
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