
En lo alto del cerro, el agua fluye desde los manantiales hasta formar estas impresionantes albercas naturales llamadas ‘Hierve el agua’, en Oaxaca (México). En plena época de lluvias, la flora que habita en estos depósitos crece exponencialmente y pinta el agua de un verde turquesa resplandeciente. En verano, el sol impregna toda la zona y las altas temperaturas diezman la vegetación hasta provocar un cambio drástico en la colometría del espacio. En este punto el paisaje se vuelve blanquecino.
El agua sigue su recorrido y se lanza al abismo del barranco lentamente, lamiendo las paredes rocosas. Con el paso de los años, el carbonato de calcio que se encuentra en el líquido se ha petrificado formando las majestuosas cataratas que parecen haberse detenido en el tiempo.
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