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El monasterio cisterciense de Burgos que la gente rescató del olvido

Languidecía en un mar de escombros desde finales del s. XIX, pero surgió el espíritu de Rioseco y la gente lo salvó.

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Las ruinas de Santa María de Rioseco, que fuera un antiguo y próspero monasterio de la Orden del Císter, se erigen cerca del encantador pueblo de Villarcayo. Situado en la refrescante comarca de Las Merindades, en las inmediaciones del impresionante Parque Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón, este lugar concentra una importante belleza paisajística. A tan solo treinta kilómetros de enclaves tan magníficos como Oña y Frías, el monasterio se destaca como un atractivo monumental de gran importancia gracias a la labor de los habitantes de Las Merindades, que se volcaron para que las ruinas no fueran a más, para que quedaran fijadas, como memoria y recuerdo de la historia del territorio.

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Hace quince años, el monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco estaba al borde del colapso, un punto de no retorno arquitectónico, inundado por un tsunami de escombros. Su restauración ha puesto en el mapa al valle de Manzanedo, un exuberante paraje con algunos bellos pueblos que resisten como pueden a la España más deshabitada.

 

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Vista aérea del monasterio de Rioseco
Foto: Shutterstock

Los orígenes de este bello monasterio se remontan al siglo XIII, pero fue en los siglos XIV al XVI cuando el monasterio vivió su máximo esplendor como un destacado impulsor del renacimiento cultural de la época. Durante su apogeo, albergaba a un centenar de residentes, incluyendo monjes oradores, eruditos, conversos, novicios y criados. Además, contaba con diversas dependencias, entre las que destacan una hospedería, un hospital, hornos, molinos y una próspera explotación agrícola.

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A medida que el tiempo avanzaba, el conjunto monástico fue creciendo y, en el siglo XVII, se construyó un impresionante claustro barroco. Sin embargo, la gloria del monasterio sufrió un duro golpe en el siglo XIX, cuando fue saqueado por las tropas francesas durante la guerra de la independencia y posteriormente cayó en el olvido. En 1835, la ley desamortizadora de Mendizábal, que permitía la venta de propiedades monásticas, puso fin a la actividad del monasterio. Sin embargo, gracias al colectivo Salvemos Rioseco, las ruinas salieron de la Lista Roja del Patrimonio para en 2019 ser reconocidas como Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León con la categoría de Monumento.