El poblado sobre la cascada remota

Gásadalur, en Islas Feroe, ha pasado de ser un pueblecito más a ser un icono de este archipiélago.

Cascada de Gásadalur

En las islas Feroe los frailes tienen alas, no rezan; el césped crece en los tejados; las ciudades son rara avis y las ovejas son mayoría. En un lugar así, Gásadalur es un pueblo como otro cualquiera, para un forastero –en cambio– es la puerta a otro mundo. Situado en el extremo norte de Válgar, una isla con forma de cabeza de perro, el poblado está constituido por no más de diez casitas. El valle se extiende verde, frondoso, imponente. Sobre él, las montañas empequeñecen aún más la concentración de vida humana. No habría lugar más tranquilo si no fuera por un constante repiqueteo. Es el agua del río que fluye hasta encontrar mar abierto formando una catarata de 60 metros.

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