Meritxell Batlle Cardona

Al pasear por las calles adoquinadas de Guatapé, una explosión de color acompaña al visitante en cada paso. Las casas se suceden con colores vibrantes en sus paredes y con relieves en los zócalos. Se cuenta que hace un siglo, un vecino calcó unos corderos del altar de la iglesia y los moldeó en la parte inferior de la fachada de su casa. Un elemento decorativo que se convirtió en una tradición para los habitantes de este pueblo colombiano. Desde allí y tras apreciar el legado cultural del pueblo, uno puede acercarse al Peñol de Guatapé y al embalse homónimo.
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