
En arquitectura es tan importante lo que se ve como lo que no se ve, y esta historia es un caso perfecto de lo fundamental que es esa otra parte invisible a ojos de la mayoría: la ingeniería de estructuras. En la calle 53, entre Lexington y la Tercera Avenida, se encuentra el Citigroup Center (actualmente, denominado 601 Lexington Avenue), el rascacielos que pudo haberse llevado por delante a medio Manhattan.
Quien evitó que sucediera esta tragedia fue Diane Hartley, una estudiante de ingeniería civil de Princeton a quien le había dado por dedicar su tesis al rascacielos en cuestión, diseñado por el arquitecto Hugh Stubbins y el ingeniero estructural William LeMessurier, e inaugurado en junio de 1977. A Diane le pareció una buena idea estudiar la estructura del rascacielos, averiguar cómo habían enfrentado sus constructores el difícil reto al que se enfrentaron desde el inicio.
Los orígenes de un diseño desafiante
La Iglesia Evangélica Luterana de San Pedro permitió que Citicorp demoliera la antigua iglesia, en la esquina de la Calle 53 y Lexington Avenue, si se comprometían a cambio a construir una nueva iglesia en la misma esquina, sin conexión con el nuevo edificio y sin columnas que la atravesaran. Lo que se le ocurrió al ingeniero de estructuras William Lemessurier era algo tan creativo como arriesgado: levantar el nuevo edificio como si de un castillo de naipes se tratara.
Así fue como se construyó este rascacielos de 59 plantas sobre cuatro enormes columnas revestidas de 25 metros de altura cada una. La solución estructural permitió abrir un hueco en el lado noroeste del edificio suficiente para ubicar la nueva iglesia. Por encima de ella, quedaba un voladizo de 22 metros que aguantaba parte de la torre, cuyas cargas eran conducidas desde la cubierta a los cimientos mediante un sistema de refuerzos estructurales apilados con forma de chevrones. Todo el mundo aplaudió: la Iglesia Evangélica Luterana de San Pedro mantuvo su misma ubicación y los de Citigroup tenían nueva sede.

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Oigan, tenemos un problema gordo...
Sin embargo, en junio de 1978 sonó el teléfono en el despacho de LeMessurier. “¿Está usted segura de ese cálculo?”, debió decir el ingeniero senior Joel Weinstein mientras le corría una gota de sudor frío por la frente. Al otro lado del teléfono estaba Diane Hartley, la estudiante de Princeton. Resumiendo mucho, le estaba avisando de que se habían equivocado en el estudio de la carga que podía soportar el rascacielos, que había un fallo, que aquel castillo de naipes podía caer a plomo si al viento le daba por soplar algo más fuerte de lo habitual, sobre todo, si al viento se le ocurría impactar en el edificio en diagonal desde las esquinas.
Cuando en el despacho de LeMessurier les dio por revisar de nuevo los cálculos de estructura realizados se dieron cuenta que Diane Hartley estaba en lo cierto y que el Citigroup Center estaba en peligro crítico: calcularon que por cada año que el rascacielos estuviera en pie había una posibilidad de entre dieciséis de derrumbarse. Lo peor es que el derrumbe podía afectar a gran parte de Manhattan. No… Lo peor no era eso, lo peor era que el huracán Ella amenazaba con alcanzar la ciudad a finales de agosto. La ansiedad que sintió LeMessurier fue tal que, años después, reconoció que llegó a pensar en el suicidio. Por suerte no lo hizo.
La solución secreta
Por suerte, habló con el arquitecto y entre ambos confeccionaron un plan para evitar la tragedia. Un plan épico que contaba con batallones de soldadores que habían firmado un acuerdo de confidencialidad y que trabajaron a destajo para soldar cada una de las juntas del edificio. También trazaron un protocolo de emergencia junto al Ayuntamiento de Nueva York por si no llegaban a tiempo. Afortunadamente no hizo falta.
Lo más sorprendente de todo esta historia es que nadie descubrió nada del asunto hasta que en 1995, Joe Morgenstern, un periodista de The New York, se enteró de todo durante una fiesta y, previa entrevista con LeMessurier, lo acabó contando en el diario. Al final, una estudiante vino a demostrar lo importante que es esa otra parte de la arquitectura invisible a ojos de la mayoría.