
Las arenas rojizas de sus playas dieron nombre a este lugar –Ile Rouge- aunque más tarde, unos marineros franceses decidieron rebautizarla por ‘Curieuse’, en honor a la Goleta que les había llevado hasta allí. Fueron hombres de mar también quienes terminaron con la población de tortugas gigantes, una especie endémica que se utilizó como fuente de alimento durante los viajes por el océano gracias a las grandes reservas de carne que contiene. En la actualidad, un programa de recuperación de la biodiversidad introdujo nuevas tortugas procedentes de Aldabra, un atolón cercano.
También fueron marinos quienes prendieron fuego a toda la isla para hacerse con un fruto muy especial que solo se encuentra en alguna de las islas que forman este archipiélago, el coco de mar. Una variedad de coco que puede llegar a pesar hasta 20 kg y tiene forma de trasero. Y aunque hoy, las tortugas y los cocos sean parte del imaginario turístico, hasta 1965 la isla sirvió como refugio para cientos de leprosos. Una especie de confinamiento antes de que fuera mainstream.
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