Como sucede con otros personajes sagrados, la tumba del profeta Daniel está 'repartida' por diferentes enclaves de la Antigüedad. Aunque la creencia sitúa su mausoleo en Susa, Irán, en la mítica ciudad de Samarcanda (Uzbekistán) se encuentra otro ataúd. La leyenda asegura que fue el conquistador Tamerlane quien trajo su cuerpo hasta aquí tras conquistar Siria en muestra por su agradecimiento tras ser prevenido, en sueños, del fracaso de una de sus escaramuzas.
Y luego apareció el milagro. Según cuenta la tradición, después de ser enterrado el féretro en este lugar, comenzó a brotar un manantial natural, al que se le atribuyen poderes curativos. Pero la tradición local va más allá y afirma que el cuerpo de Daniel crece continuamente a un ritmo de unos 5 cm al año lo que les obliga a ampliar el sarcófago hasta los 18 metros actuales. Eso sí, si los cálculos fueran ciertos, la tumba debería de medir ahora más de 125 metros, en lugar de la longitud actual. Por otro lado, hay otra teoría que explica este tamaño y la que asegura que Tamerlane decidió ampliar la tumba para despistar a los ladrones y saqueadores.