El corazón de este pueblo del estado de Alaska no es una plaza, ni un mercado, ni una iglesia, ni una escultura, no, el corazón de Whittier es una torre de apartamentos. Y ni siquiera es bonito. Este curioso pueblo está en la cabecera del Canal Passage, por lo que ve pasar a multitud de cruceros que hacen escala en su puerto antes de continuar viaje.
El Condominio Begich Towers es algo así a una auténtica fortaleza para agorafóbicos, compuesta por tres módulos con 14 plantas de altura cada uno. Es en este edificio donde vive más del 80 % de los habitantes del pueblo. Son doscientas residentes en total los que se cruzan por los pasillos y ascensores sin necesidad siquiera de salir del edificio, que está equipado con todo lo necesario para vivir. Incluso hay un túnel subterráneo que conecta el edificio con la escuela del pueblo para que los niños no tengan que salir afuera en los días de invierno cuando las temperaturas son realmente bajas. Sólo unas pocas familias viven fuera de la torre, en viviendas unifamiliares ubicadas, eso sí, a pocos metros entre sí.
Este complejo alberga 150 apartamentos con dos y tres habitaciones, junto con unidades eficientes diseñadas para personas solteras. Se trasladaron a ellos sobre todo familias de empleados del sector público. Para garantizar un acceso seguro a la Escuela Whittier en días de mal tiempo (no hay que olvidar lo inhóspito del lugar y sus temperatura gélidas la mayor parte del año) se desarrolló una conexión mediante un túnel en la base de la torre oeste, facilitando así el desplazamiento de los estudiantes.
Los orígenes de Whittier
Los orígenes de este peculiar lugar se remontan a la II Guerra Mundial cuando, en 1943, el ejército de EEUU construyó Camp Sullivan, una base militar que tenía que funcionar como punto de acceso a Alaska. Diez años después, se construyeron las Torres Begich a orillas de la Bahía del Príncipe Guillermo para alojar a las familias de los militares. Sin embargo, en los años 60, las instalaciones militares fueron transferidas a la Administración civil y fue entonces cuando una de las dos torres quedó para la población civil. La otra torre (el edificio Buckner) quedó abandonada y así sigue como un pecio fantasmagórico en el paisaje del pueblo. Para quien tenga curiosidad con conocer el lugar, en los pisos 13 y 14 se encuentra el único hotel del pueblo, abierto todo el año.