No fue la necesidad de unir poblaciones o de conquistar estepas lo que hizo que en 1902 se construyera la primera línea ferroviaria en Ushuaia, Argentina. Fue una prisión y la urgencia por transportar leña hasta sus instalaciones lo que impulsó este hito industrial en los albores del siglo XX. Y es que, un par de décadas antes, el gobierno argentino había levantado un penal en un bosque en las afueras de la ya de por sí lejana Tierra de Fuego. Un centro penitenciario que buscaba resultar disuasorio por su ubicación y por las condiciones extremas del sur del continente americano. En su trazado original, sus vías se llegaron a extenderse más de 25 kilómetros a medida que se iba adentrando en el bosque en busca de más madera. La clausura de esta prisión, en 1947, y el terremoto que sufrió la zona en 1949 le dieron la puntilla a este proyecto.
Ya en 1994 se retomó su uso, convertido en un tren turístico de tan solo siete kilómetros de línea que une la Estación del Fin del Mundo con la Estación del Parque Nacional de Tierra de Fuego, adentrándose en una de las zonas más inhóspitas de esta reserva a la vez que narra la historia de los presos que construyeron, poco a poco, este hito del transporte latinoamericano.