Javier Sánchez

Situado en uno de los extremos de la Sierra de Gredos, alrededor de un millar de árboles rompen en flor prácticamente al unísono y entonces el valle cobra vida. Esa es la forma que tiene el Valle del Jerte (Extremadura) de anunciar la llegada de la primavera, aunque al contrario que en muchos lugares no lo hace alardeando de colores. Y es que la gama cromática se reduce a dos: el blanco inicial con el que las flroes tiñen la tierra durante los meses de marzo y abril, y más tarde, el rojo de las cerezas toma el relevo. Pero el Jerte ofrece algunos secretos más allá de los cerezos capaces de impresionar tanto o más al viajero. Declarado Bien de Interés Cultural desde 1973, en el valle se pueden encontrar rincones como la Garganta del Infierno: una serie de saltos por donde el agua fluye mansamente mientras lame la roca sorprendentemente lisa.
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