
La boca del volcán Kawah Ijen, en la isla de Java, alberga un lago de aguas turquesas saturadas de ácido clorhídrico sumamente corrosivas. Las imágenes de los mineros indonesios remontando el escarpado cráter acarreando enormes bloques de azufre en cestas que pesan entre 70 y 90 kg han dado la vuelta al mundo. Los turistas se asoman o descienden hoy al Kawah Ijen protegiéndose de los vapores sulfurosos con máscaras, a diferencia de los mineros, que suelen recurrir a un simple trapo mojado. Pero el cráter también es único por sus llamas azules iridiscentes que solo se aprecian en la oscuridad. Se deben a gases que emergen a unos 600 ºC y arden en contacto con el aire. Cuando se condensan en azufre líquido, las llamas dan la falsa sensación de que son lava que fluye