
Justo en la frontera entre Bolivia y Chile, junto a la laguna Verde, se erige el Volcán Licancabur. Cuando los incas llegaron a esa zona y se asentaron en el norte y el centro de Chile, se extendió la creencia de que el espíritu del volcán expresaba su cólera. Los indígenas que habitaban a los alrededores, quisieron calmar al dios: se cargaban piedras a la espalda y trepaban hasta la cima de 6000 metros del volcán, donde construyeron pircas y depositaron ofrendas. Así, descendieron con los temores apaciguados. Siglos más tarde, los descendientes de aquellos habitantes todavía honran al espíritu del volcán y dejan ofrendas a las pircas. Pero no es tarea fácil, ya que el trayecto entre quebradas y curvas alcanza las 12 horas. Está ubicado a 60 kilómetros al este de San Pedro de Atacama y desde su cima se aprecia el oasis de San Pedro, el salar de Atacama y la Laguna Verde de Bolivia.