Cartago, Túnez
A orillas del Mediterráneo, en el norte de Túnez, se encuentran los restos de la que fue una de las ciudades más importantes y antiguas de los fenicios. Su historia más antigua se remonta, según la leyenda, al siglo IX a.C., cuando la ciudad fue fundada por la reina Elisa, más conocida como Dido. Según los escritos grecorromanos, la joven procedía de Tiro, una ciudad situada en la costa del Líbano de la que tuvo que huir después de que su hermano asesinase a su marido, tío de ambos, con el que se casó para acceder al trono tras la muerte de su padre.
Cuando los fenicios desembarcaron en la bahía tunecina tuvieron que lidiar con la población indígena que, lejos de declararles la guerra, acabaron conviviendo con ellos. Cartago no fue un mero asentamiento fenicio, sino que en él reinó el mestizaje entre ambos pueblos. Esto propició que la ciudad se convirtiese en una de las repúblicas más prósperas y ricas del Mediterráneo, lo que provocó el recelo de Roma. Su decadencia y destrucción llegó con las guerras púnicas, cuando los cartagineses fueron derrotados en el año 146 a.C. por los romanos. Años después, el emperador César Augusto formó sobre ella la capital del Impero romano en África. Hoy, las ruinas que yacen en este asentamiento junto al mar son una mezcla de ambas civilizaciones.